Una bailarina excepcional




La bailarina Marie Anne de Cupis de Camargo nació en Bruselas en 1710, hija de un músico y maestro de baile.
A los dieciséis años la encantadora y bella Marie Anne se presentó en la Ópera de París, conquistando la admiración general con el brillo y la vivacidad de sus danzas.
En una representación notó que el bailarín que debía interpretar un "solo", no estaba en escena, e improvisó una danza con tal habilidad que el público la aplaudió con entusiasmo. El hecho de que sustituyese a un bailarín es una buena muestra de su ligereza y rapidez.
La Camargo ambicionaba moverse con más libertad que la acostumbrada entre bailarinas, y poder competir en destreza con los varones. Para lograrlo y para lucir los batidos de pies, tuvo la audaz idea de acortar su falda unos centímetros por encima de los tobillos. Cuando pasó el escándalo, su moda se hizo norma para todas las bailarinas.
Puede decirse que la Camargo dio el primer paso hacia el virtuosismo de las bailarinas.
Marie Sallé, su mayor rival, mostraba habilidades diferentes: era dramática, apasionada y de noble presencia, pero con los años ambas bailarinas tendieron más a complementarse que a rivalizar entre ellas, tal como lo hicieron Taglioni y Elssler en la época romántica. 

Marie Anne fue muy querida y festejada a lo largo de su carrera, e hizo su última representación en 1751, a la que por entonces era la "avanzada edad" de 41 años. Pasó la vejez rodeada de perros, gatos y loros, falleciendo en 1770. Hoy se la recuerda con cariño y admiración en el mundo del Ballet.

La foto que ilustra el post corresponde a una presentación de la Agrupación Integral de la Danza  que dirige la bailarina Silvia Schuf.

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